Hablar mal de los demás

    Todos tenemos defectos; a veces los mismos que señalamos en otros, e incluso peores.

    Al comprender que todos somos imperfectos y que cometemos errores igual que el resto de los seres humanos, nos debe abrir la posibilidad de ser más comprensivos y menos crueles a la hora de condenar a alguien.

    Cada persona es como es, producto de la crianza, sus principios, valores, y todas las premisas adquiridas durante su vida. Si bien, no hay expresión verbal ante el desagrado por algún defecto, nuestra conducta y trato hacia alguien refleja el desacuerdo y la reprobación.

    Los defectos de los demás, no deben ser sólo un motivo para condenarlos, sino para revisarnos y ver cuales cuáles son los nuestros o si poseemos los mismos. En ocasiones sentimos perturbación por haber obrado de manera errónea; algo dentro de nosotros se agita y provoca cierto malestar.

    El interés y preocupación de quedar ante los demás; el deseo de que no exista ningún concepto errado de nuestra persona, nos lleva a defendernos y a hablar mal de quien ha atentado contra nuestra reputación. Aún cuando no se exagere, sino que se exprese la verdad, el hablar mal de alguien nos descalifica más a nosotros. Podemos defendernos, es nuestro derecho, pero es mejor hacerlo sin caer en el nivel de quien no ha medido sus actos.

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